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Ojos, recuerdos

–¿Las canicas? No, no son canicas. Lo que ves en ese tarro, sobre la cómoda, junto a la cajita labrada, son recuerdos.

»Verás, del primer amor me quedaron un par: el de su lengua, húmeda, juguetona en mi boca, el de sus ojos mirándome dulces, claros, callados.

»De aquellas otras, vaya, cómo las quise, me quedó el recuerdo de sus ojos negros, valencianos, de miel, azules, grises, maños.

»Descubrí que cada amor me dejaba un vacío y un recuerdo, y el recuerdo era siempre el de sus ojos.

»No, no te asustes. En el tarro no hay ojos, solo recuerdos.