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Qué linda era

Ha pasado mucho tiempo, pero ella conserva los mismos ojos negros –quizá incluso más negros–, la misma melena morena y lisa, la misma nariz respingona, idéntica y perfecta dentadura.

Veinte, quizá veintidós años que no la veía, pero la he reconocido de inmediato: Ana Clara Rodríguez Sanz, antiguo amor de instituto. Qué linda era, qué linda es.

Mas la ciencia forense no admite sentimentalismos ni identificaciones visuales de antiquísimos amantes. He de extraerle sangre, tomar sus huellas dactilares. Analizar, comparar, colocar una etiqueta en el pulgar de su pie izquierdo y muerto.