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Bruno quiere trufas

Bruno quiere trufas. Sabe que ya lleva un montón, que le duele la tripa, que lleva las manos y la cara marrones y que mamá dice que ya vale. Pero Bruno quiere trufas. Llora y grita trufas. Bruno es consciente, en cierta manera, solo tiene dos años y un poco, que esta actitud no le lleva a nada porque cada vez mamá está má enfadada, pero los nervios se lo están comiendo y no puede dejar de llorar. Como es predecible, al final mamá se harta y mete a Bruno en la cama castigado antes de las nueve, que es su hora.

Esa noche Bruno duerme mal, se despierta un montón de veces y tiene sueños raros. Por la mañana amanece con diarrea y se hace caca un par de veces encima.

Él no lo sabe, pero en una noche y una mañana ha pasado su primer ataque de ansiedad, su primer mono y su primera resaca. Llegará a ser rutina. Bruno de mayor va a ser goloso. Cada uno encuentra su piedra sin buscarla. La debilidad le da la bienvenida.