Victor del Val
Periodista jubilado residente en Fontana, Chaco (República Argentina). Vecino del cementerio.
Ha ganado varios concursos de cuentos, poesías y fotografía, además de escribir letras para canciones, muchas grabadas por músicos regionales.
Sus cuentos en Mundo Du
Cuando las computadoras de la Nasa tradujeron a imágenes los registros de cientos de telescopios y radiosondas instalados en lejanos puntos de nuestra Galaxia, los científicos pudieron ver en sus monitores, en vivo y directo, que el Universo es finito y tiene forma de cucaracha. Las pantallas mostraron, también, que una colosal masa de materia oscura, sospechosamente parecida a un zapato, se aproxima desde el fondo en inevitable rumbo de colisión.
En mi casa vivíamos yo, mi perro y un fantasma. El perro es (o era) pequeño, blanco con manchas marrones, patizambo y de raza indefinida, tirando a fox terrier. En cuanto al fantasma, no sé qué catadura tiene (o tenía) porque nunca lo ví. El que lo veía era el perro. Se habían hecho amigos y al anochecer jugaban en el patio a quitarse una vieja pelota de trapo. La vez que intenté participar en el juego, el perro se negó totalmente a colaborar y hasta llegó a mostrarme los dientes. Pienso que el fantasma hizo lo mismo, pero no puedo asegurarlo. Lo cierto es que lo habitual del hecho terminó convirtiéndolo en rutina y la extraña convivencia se desarrolló sobre rieles por varios meses. El perro engordaba, el fantasma fantasmeaba sin molestar y yo me cuidaba de no rezar ni encender velas ante las estampitas de los santos para no causarle inconvenientes a la invisible presencia. Pero un día (mejor dicho, un anochecer) mi perro desapareció y, obrando con perfecta camaradería, el fantasma también. Me gustaría recobrarlos, porque los extraño mucho. Pagaré una recompensa a quien sepa brindarme datos sobre sus paraderos.
Cuando Dios hizo La Luz, sorprendió dormida a La Muerte, que yacía en un rincón de La Eternidad cansada de no servir para nada. De inmediato, el Jefe Supremo le diagramó una tarea y la puso a trabajar…
Hace dos años inauguraron un cementerio en el predio baldío aledaño a mi casa. Poco a poco se fue poblando de tumbas, algunas lujosas, pobres y apenas señaladas por cruces la mayoría. Como es de suponer, se trata de muertos nuevos, que siguen añorando su antigua condición de vivos. Por la noche se asoman sobre los muros medianeros y asustan a mis perros, que ladran desesperados. Yo me escondo bajo las frazadas hasta que sale el sol.
La Muerte soñó que se moría. Se despertó tan asustada que decidió quedarse en cama todo el día. Los soldados –en cientos de frentes de batalla– aprovecharon la pacífica jornada para aceitar sus fusiles.