Cuestión de espacio
Como el barquito era de cascara de nuez y estábamos cinco tuvimos que echarlo a suertes para ver quien se quedaba. Follo mucho y por todos es sabido que eso conlleva la mala suerte colgada del cuello como cruz de caravaca, así que me tocó la pajita más corta y la pérdida del derecho a pasaje. Salí a despedirlos a la ventana del ático y agité un pañuelo de seda lila hasta que los perdí de vista en la linea en la que el mar se funde con las nubes de la tarde. Entre al salón, elegí un libro (Nana, de Palahniuk) y volví a la terraza a tumbarme a leer hasta que se pusiera el sol.