Variaciones sobre pececitos naranjas
–La enorme pecera rectangular siempre fue un sitio amable para vivir, con los territorios bien claros y marcados, el purificador burbujeante, el barquito hundido en el fondo y la mano puntual a las nueve y diez de la mañana, generosa de gambas, plancton y vitaminas. No entiendo porque ahora se me impone esta libertad infinita del río sin límites si mi felicidad estaba en la rutina de paredes de cristal de la pecera… –pensaba el pececito naranja. Y con el despiste de tamaña reflexión apenas sintió el pico del aguilucho lagunero desgarrandole las branquias.
La autocompasión casi nunca conlleva soluciones. Pero eso tampoco es nuevo, ¿no?