Sin ti
Estaba tan solo y tan triste que se me cayó la nariz, partiéndose la pobre en el suelo como un florerito. Lo que me faltaba, me dije mientras me sujetaba la cabeza con las manos, temeroso de que también, de un momento a otro, se me desprendiera. Pero tuve suerte y solo se me cayó, gorda, una gran lágrima y entonces pensé, suspirando, que al menos no tenía espejos en casa ni, desde que te fuiste, una piel agradable para oler ni flores hermosas para poner en agua. Así que seguí allí de pie, como tantos meses atrás, frente a la puerta, con los brazos abiertos por si volvías y entrabas de improviso y ahora ya sin nariz y casi sin lagrimas. Y más triste aún, amor mío.